Recientemente escuché de una tribu de indios americanos que tienen una forma peculiar de celebrar el paso de la niñez a la juventud. El ritual se basa en que el padre lleva al hijo al bosque, con los ojos vendados y lo deja solo. El hijo tiene la obligación de sentarse en un tronco toda la noche sin quitarse la venda hasta que salga el sol.
El niño está naturalmente aterrorizado. Puede oír toda clase de ruidos: bestias salvajes que rondan a su alrededor, o quizás algún humano que podría hacerle daño. Él debe permanecer sentado en el tronco, sin quitarse la venda, ya que es la única manera en
que podrá llegar a ser un hombre. Por último, después de una horrible y larga noche, el sol aparece y al quitarse la venda, es cuando el niño descubre que su padre estaba
sentado junto a él, pues había velado toda la noche para salvaguardarlo de todos los peligros.
Esta linda historia se puede aplicar a tu diario vivir. ¿Estás pasando una noche oscura donde no sabes si vas a poder ver un nuevo amanecer? ¿Te sientes solo y abandonado por todos e incluso por Dios mismo? Cuando una prueba es prolongada tiende a agotar nuestras reservas de gozo, fe y fuerza, a tal punto que llegamos a cuestionar a Dios.
Las buenas noticias es que Dios promete que nunca nos abandonará ni dejará. Y aunque tus ojos no puedan ver su mano, confía en su corazón. Él siempre está ahí.
Quiero a invitarte que en este momento puedas respirar profundamente y que prestes mucha atención a esta promesa divina en Isaías 43:1-2:
«No tengas miedo, porque he pagado tu rescate;
te he llamado por tu nombre; eres mío. Cuando pases por aguas profundas,
yo estaré contigo. Cuando pases por ríos de dificultad,
no te ahogarás. Cuando pases por el fuego de la opresión,
no te quemarás; las llamas no te consumirán”.
Dios siempre está ahí no importa si es el fuego de una prueba o un mar de tristezas y desaliento. Él está ahí. La biblia dice que en una ocasión hubo 3 muchachos que fueron lanzados al fuego, pero de pronto Jesús apareció para acompañarlos y protegerlos de las llamas. Pues él siempre está ahí.
La biblia habla de un hombre llamado Pedro que cuando estaba ahogándose en medio del mar, Jesús apareció para extenderle la mano y llevarlo a salvo. Pues él siempre está ahí. No importa si es un mar de problemas o un fuego de pruebas, tú puedes confiar que tu Padre Celestial siempre está allí. Esa prueba no será para destruirte sino para hacerte madurar y crecer en él.
Oración:
“Señor ayúdame a confiar en tu corazón aun cuando no pueda ver tu mano. Ayúdame a verte en medio de las llamas y de las olas. Perdóname cuando a veces mi fe se ahoga y mi confianza se hace cenizas. Ayúdame a confiar en tu soberanía y en tu sabiduría, pero sobre en tu corazón de Padre Bueno. En el nombre de Jesús. Amen.